viernes, 24 de julio de 2015

LA ISLA PERDIDA DE DARWIN



"Un pequeño ferry llevó a los amantes hasta la Isla Perdida de Darwin. Una frondosa vegetación y un intenso olor de flores impactaron rápidamente en los jóvenes, que permanecían abrazados en la cubierta de la embarcación. Observaron con interés aquel pequeño islote en el que alguien dijo en una ocasión que podía encontrarse el eslabón perdido, el nexo evolutivo entre el hombre y el mono".
 Así comienza el capítulo XVII de "Liturgias imperfectas".  Para hablar de Darwin y de la evolución nada mejor que hacerlo con Jordi Agustí, que es profesor de investigación de ICREA en el Instituto de Paleontología humana y evolución social de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona. Fue director del Museo de Paleontología Miguel Crusafont de Sabadell y como paleontólogo ha dirigido importantes proyectos internacionales. Forma parte del equipo de investigadores del yacimiento de Dmanisi (Georgia), donde se han descubierto los homínidos más antiguos de Europa. Está en posesión de innumerables premios de investigación y posee una amplia obra científica, entre las que destacaremos la última publicada en la que se ha aventurado en una interesante incursión en la literatura. Se trata de la siempre difícil reescritura de la obra más conocida de Lewis Carroll, con el nombre de Alicia en el País de la Evolución.
Mi primera pregunta era casi obligada: “¿Por qué desaparecieron los dinosaurios?”

Jordi Agustí esboza una sonrisa y contesta: “ Este es un tema largamente debatido. Existe un hecho objetivo y es que a finales del Cretáceo, hace unos 66 millones de años, ciertamente se produjo  el  impacto de un meteorito. Se ha dicho que este tipo de impactos han afectado a muchas extinciones a lo largo de la historia, pero verdaderamente, donde está claramente probado que está asociado a una extinción es a finales del Cretáceo. Existen muchas pruebas. Incluso se ha localizado el lugar de la colisión, en la península del Yucatán, el llamado cráter de Chicxulub, en un pueblo denominado Progreso. Pero surge otra pregunta: ¿realmente los dinosaurios se extinguieron por ese impacto? Lo que también es cierto es que los dinosaurios estaban ya en declive en aquel momento y los mamíferos ya se estaban expandiendo. Seguramente sin la intervención del meteorito también se habrían extinguido. En cualquier caso este impacto meteorítico no sólo afectó a los dinosaurios, sino que también perturbó al fitoplancton de la tierra y esto fue la causa de la gran crisis biótica que hubo.”

Jordi Agustí se toma un respiro.

Mi siguiente pregunta no se hizo esperar: “¿Cuál es el secreto de Darwin?”
Jordi responde con rapidez: “Ah, sí…El secreto de Darwin para mí es que era una persona que se hacía las preguntas correctas y era una gran observador y experimentador. Darwin no fue el primero en establecer la idea de la evolución. Lamarck, por ejemplo, se basó en la voluntad del individuo y poco en la observación. Darwin en su viaje del Beagle alrededor del mundo, estableció la idea de la selección natural, que es la clave de la teoría evolutiva moderna.  Fue un científico moderno y la prueba está en que El origen de las especies es un volumen de unas 500 páginas todas repletas de información, sin nada de elucubración. Pruebas, pruebas, pruebas…Darwin en su último libro, poco antes de morir, estudia como los gusanos movilizan el humus de la tierra e incluso hizo sus cálculos.”


Cambio de tercio. Mi siguiente pregunta es: “¿La actual crisis económica mundial, nos revela un cambio de paradigma más profundo?

Jordi responde unos segundos después: “La verdad es que el progreso de la humanidad en los últimos siglos se ha basado siempre en la expansión geográfica y  su correspondiente expansión económica. Y las guerras han sido la consecuencia de esto, ¿no? Pero ahora ya estamos en una situación en la que la humanidad ya no puede expandirse más, y de hecho, buena parte del mundo está ya desarrollado, con lo que hemos llegado a un sistema cerrado. Las crisis anteriores eran crisis de factores externos (recursos, crisis climáticas, etc.), las últimas crisis son cada vez más crisis internas del sistema. Es el mismo sistema el que entra en crisis, ¿no? Lo comentaba en una ocasión con Eudald Carbonell, el arqueólogo, y no está claro si ésta es una crisis sistémica, pero es posible que estemos cerca de la misma. Y entonces, sí que se producirá un cambio de estructura social porque ya no se podrá sostener el motor actual de la economía.”

Volvemos de nuevo a la paleontología. Le pregunto: “El arte rupestre se puede interpretar como una manifestación simbólica de un exceso de emotividad evolutiva del homo sapiens?”

Jordi Agustí responde: “ Ésta es precisamente mi teoría. El arte rupestre, al que los especialistas no les gusta llamar arte, era la obra de unos chamanes. Lo que pintaban era como la conexión entre la tribu y otro mundo. Estas pinturas están en lugares recónditos, como en el fondo de cuevas, donde se celebraban ceremonias entorno al fuego, y donde estos mediadores con el más allá experimentaban ciertas alucinaciones, tal vez por la ingestión de sustancias alucinógenas.  Ahora bien, ¿por qué?... Para mí la explicación radica en la complejidad de nuestro cerebro. Nuestro grado de emotividad es muy alto, y posiblemente esto haya originado esta expresión artística. Y entonces surge la pregunta: ¿para qué sirve el arte?...Pues nadie lo sabe… No sirve para nada, ¿no?...Yo siempre me rió un poco de mis colegas que se preguntan por qué nuestros antepasados hace veinte mil años realizaban pinturas en las cuevas si nosotros no sabemos por qué hoy la gente pinta grafitis en nuestras calles.  En mi opinión este exceso de emotividad, que proviene de la estructura de nuestro cerebro, sería una explicación del origen del arte.”


Jordi Agustí sonríe satisfecho. Le lanzo mis siguiente cuestión: “Mi pregunta está relacionada con lo que acabas de explicar. ¿Por qué nosotros, aparentemente, somos la única especie animal que fabrica objetos que no sirven para nada, como joyas o esculturas?”

Jordi Agustí responde: “Todo ello está relacionado con la explosión del pensamiento simbólico que se da en nuestra especie del homo sapiens. Hay algo de pensamiento simbólico en los neandertales, pero sobretodo es en nuestra especie en la que el arte parietal o rupestre alcanza niveles que nunca antes se habían logrado. Consecuentemente, interpreto la aparición de estos objetos inútiles como una relación con la estructuración de los grupos y de la sociedad. Es decir, en un principio pensamos que podían ser grupos muy agresivos y que hubiese habido una fuerte competencia entre los machos, como sucede con los primates. Más tarde surge el arma y te puedes cargar al vecino (como en la escena de 2001 Una Odisea en el Espacio). Sin embargo luego el arma ya no es necesaria, y solo con mostrarla ya se posee el mando. Se trata de un signo de soberanía, ¿no? Para mí, todos esos objetos inútiles como las joyas se acaban convirtiendo en atributos del poder por parte de unos cuantos que permiten estructurar la agresividad de las sociedades.”

Queda clara la posición al respecto de Jordi Agustí. Le formulo a continuación otra pregunta: “Jordi, se dice que todos tenemos en la vida nuestro minuto de gloria, en el que tocas el cielo. Emocional y científicamente, cual ha sido tu minuto de gloria?”

Jordi vuelve a sonreír y dice: “Fue el año 2001 cuando participe en el descubrimiento de uno de los cráneos, mi primer cráneo, en el yacimiento de Dmanisi. Aquello supuso una sensación irrepetible. Ver como estaba enfrente mío…esto lo explico en el libro titulado La evolución sin sentido, y fue una sensación casi religiosa.”

Y para terminar le planteo mi última pregunta: “Si en tu último libro existiese un capítulo imaginario en el que Alicia se encontrase con Lewis Carroll, qué tipo de diálogo crees que tendrían?”

Jordi Agustí contesta: “Bien, Alicia Liddell de hecho ya se encontró con Lewis Carroll, porque éste escribió el libro para ella, que era su amiga…

A lo que le aclaro: “Me refería a su personaje”

Jordi Agustí respira hondo y dice: “Yo hablaré de mi Alicia, porque Alicia es una persona muy inteligente, pero, al comienzo, un poco sobrada de si misma, porque viene de la sociedad victoriana y de hecho en mi libro va madurando, ¿no?...Se trata de un proceso de aprendizaje. Creo que si se hubiese encontrado con Lewis Carroll se establecería entre ambos un diálogo muy fructífero. Alicia le estaría preguntando constantemente: por qué esto, por qué aquello. Le cuestionaría todo…Lewis Carroll se pondría nervioso, pero al final serían buenos amigos.”







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