jueves, 30 de julio de 2015

DANAE

En las capas más profundas de su cerebro Alesia guardaba recuerdos distantes de su añorada infancia.  La joven, recluida en una habitación que le era extraña, esperaba alguna buena nueva. El recelo y el miedo se habían apoderado de su alma.
Entonces recibió otra visita inesperada. Una joven negra, muy elegantemente ataviada con un vestido de satén verde esmeralda, se presentó en su habitación. Llevaba una bandeja con unas pastas y dos tazas de café humeante.
“¡Danae! ¿Qué te trae por aquí?”, prorrumpió Alesia.
Por la mente de la pastora pasaron inmediatamente fragmentos de la conversación que había mantenido con la joven de color no hacía mucho en un bar de Agnopolis. Habían hablado de la naturaleza impalpable de la realidad y de las bases neurológicas de los sentimientos. También habían conversado sobre la naturaleza de este misterioso sentimiento que llamamos amor.
Danae se sentó en la cama. Su perfume, floral y delicado, llenaba con su hechizo la pequeña habitación.
Los perfumes evocan el misticismo de las religiones, el erotismo de los cuentos de las Mil y una Noches, la sensualidad de África o el Oriente lejano con sus arcanos y misterios.
La bella muchacha de piel oscura y aterciopelada respondió a la pregunta de la pastora: “Soy la hermanastra de Nabuc.”
Hubo un momento de mutismo tenso. Alesia escrutaba a la joven como si estuviese viendo un espectro.  Danae abrazó a la joven en un gesto de cariño. Entre ellas circulaba una corriente curiosa, como si Utar estuviese todavía con ellas.
Los labios escarlatas de Danae brillaban sensualmente bajo la luz de los focos. La recién llegada dijo: “Vamos a tomar un café. Te sentará bien.”
Más tarde Danae añadió: “He meditado sobre lo que me dijiste acerca de la naturaleza íntima de la realidad. Jugamos una partida de ajedrez, pero siempre tenemos desventaja.”
Se produjo otro largo silencio. Alesia tomó aliento fatigosamente y dijo: “La realidad siempre dispone de un jaque mate escondido en la manga. Las alegorías sobre la realidad esconden su inabordable esencia. Una sutil cortina de humo la hace casi invisible.”






LA MUÑEQUITA DE MARFIL

La joven recordaba sus vagabundeos por el Paseo de las Palmeras, que poseía un encantador aire tropical. Cerca de allí, en la plaza del Rey, la muchacha solía visitar el Museo Arqueológico y allí dejaba volar su inflamada imaginación hasta las épocas más gloriosas de la primitiva ciudad imperial. En las diversas salas del museo, monedas antiguas, vasijas, platos, utensilios de cerámica y esculturas diversas permitían al visitante hacerse una idea de cómo era la vida de los pobladores de la población romana en épocas pretéritas.
De todos los objetos del museo había uno que le tenía robado el corazón: era una preciosa muñequita de marfil. La delicada figurita estaba articulada. Había sido hallada durante unos trabajos de excavación en un antiguo cementerio infantil de la época de los césares. La joven no pudo reprimir unas lágrimas pensando en aquella niña desconocida que había sido enterrada junto a su juguete predilecto.
Súbitamente tuvo una iluminación y se acordó de Nerea, la hija del procónsul Tibias de sus sueños de celofán. El hecho de haber podido hablar con la niña indicaba claramente que ésta no era un mero holograma. Probablemente Nerea era otro de sus alter egos, como Fideas, Vanesa o el propio Amelis. ¿La muñequita de marfil del Museo Arqueológico había sido la causa quizás de su extraño sueño? ¿O tal vez en otra vida ella había sido realmente Nerea? A Selena se le hacía muy difícil establecer la separación entre lo soñado y lo real.
La muchacha, observando los siete traslucidos discos de porcelana, se acordó de la Playa del Milagro de su ciudad nativa, donde miríadas de estrellas titilaban de forma armoniosa en los cielos nocturnos, donde disfrutaba de pequeña con los festivos fuegos de artificio, donde cangrejos rojos se arrastraban perezosos por la arena dorada, donde la luna cambiando periódicamente su fisonomía multiplicaba su imagen nocturna sobre el espejo del mar, quizás hasta siete veces, y desde donde se contemplaba a lo lejos el primitivo faro de Salou, cercano al lugar donde había nacido el genial arquitecto de la Sagrada Familia. Un faro con una enigmática escalera helicoidal en su interior, como las del templo gaudiniano, como la del acido desoxirribonucleico de la vida…
Selena recordó el momento en que contempló maravillada las fantásticas torres policromadas que imitaban mazorcas de maíz. Amelis le había dicho: “Estamos en la parte exterior del templo de la magia, el Templo de la Reina de Algalia. Está construido a imagen y semejanza del Templo de  la Sagrada Familia de Antoni  Gaudí.”
La joven podía recordar sólo parcialmente sucesos de su otra vida, a la que pertenecía su apacible infancia. También rememoraba acontecimientos que creía no haber visto ni experimentado con anterioridad.


miércoles, 29 de julio de 2015

BALCÓN DEL MEDITERRÁNEO



La soñadora recordaba también la tradición del agua milagrosa de Sant Magí, el patrón de la moderna Tarraco. En la vigilia del santo, una ancestral procesión recorría la ciudad, encabezada por Magí de las Timbalas, un simpático personaje que montado en un burrito hacía sonar solemnemente unos sonoros tambores. Le seguían gigantes y cabezudos al son de la música festiva. El  Negrito, con su traje blanco almidonado, mostraba en sus manos los papeles de su libertad, la certificación del fin de su esclavitud. La guapa Negrita, su compañera del alma, con su vestido acampanado a rayas blancas y rojas, portaba  un vistoso lorito verde, recuerdo de su querida tierra caribeña.
A la soñadora le gustaba caminar por la Rambla Nova y acercarse al Balcón del Mediterráneo, un señorial mirador desde el que se divisaba un mar saturado de azul y plata. Una estatua de Roger de Llúria, almirante de la Corona de Aragón, observaba permanentemente desde aquel lugar privilegiado la lejana línea del horizonte.


martes, 28 de julio de 2015

SUEÑOS DE ALGODÓN


La soñadora recordaba a Tomás Olivar, un pintor que sabía atrapar como nadie la luz de la vieja urbe y de los campos de avellanos, olivos y algarrobos que la circundaban. Aquella misma luminosidad era la que había enamorado dos milenios antes a las centurias romanas, que encontraron en Tarraco un clima benigno y el oro del aceite. Almendros de flores blancas y rosadas,  marinas y bodegones pintados al óleo con colores enérgicos caracterizaban la obra de aquel genial artista.
La joven acostumbraba a deambular con deleite por el Paseo Arqueológico, enclavado en lo alto de las imponentes murallas que habían protegido a la ciudad imperial en otros tiempos de sus enemigos. Una estatua colosal del emperador Augusto presidía aquel recinto bañado por una cálida luz de tonalidades doradas.
También se acordaba con cariño del Serrallo, el barrio de pescadores situado en la parte baja de la población. La fragancia de los guisos marineros impregnaba aquel lugar que era celebre por el Romesco, una delicia culinaria consistente en una cazuela de pescado preparado con un sofrito de ajo, avellanas tostadas y unos pimientos rojos  característicos. El perfume del Romesco era una de las joyas que la joven guardaba celosamente en su corazón.


lunes, 27 de julio de 2015

PREGUNTA INDISCRETA A UN TEÓLOGO

Para terminar le pregunto: “ ¿Si pudiese hacerle una pregunta a Dios, y sólo una, cual sería?”
La cara del padre Nogués se ilumina, ríe, y suelta: “Le preguntaría por el mal.”
“¿Y cual se imagina que sería la respuesta?”, le digo.

El padre Nogués responde con firmeza: “ Le preguntaría por el mal porque con las maravillas los humanos disfrutamos, con el mal no. Los males son fastidiosos. Ante el mal pienso que una persona, que por ejemplo sea atea o agnóstica, puede dar una respuesta coherente. Es decir, puede argumentar que no sabemos cómo funciona este mundo y que existen cosa absurdas que suceden. Si una persona es creyente y defiende la realidad de un Dios bueno, por lo tanto omnipotente y lleno de bondad, entonces nos encontramos ante el dilema de Epicuro. Como consecuencia ese creyente tiene la carga de la prueba respecto del mal…ha de justificar cómo un Dios bueno y omnipotente tolera el mal….es esa la cuestión, ¿no? Claro, entonces como el mal nos daña, nos penetra muy adentro. Opino que las maravillas pueden atraer religiosamente, pero lo que realmente está en el corazón de la dificultad religiosa es creer en un Dios bueno y omnipotente, y en la existencia del mal. No tenemos respuestas definitivas y esto sucede desde hace siglos y milenios. Este es el gran tema, y cuando se habla de religión, todos los grandes mitos religiosos lo que primero intentan es explicar en sus orígenes porque existe el mal. Entonces o se crea la figura del diablo o bien un mecanismo a través del cual se expliquen esos conceptos, como el pecado original…O sea que se van generando teorías para ver si entendemos por qué caray pasa esto, y bueno…estamos igual. No aclaramos nada.”




          Ramón María Nogués, teólogo (Reflexiones con Francesc Montejo)