viernes, 31 de agosto de 2018

EL CÓDIGO SECRETO DE LA BIBLIA: ¿VERDAD O MENTIRA?




La Biblia es el libro más vendido de todos los tiempos. Según la tradición judeocristiana, su texto sagrado fue inspirado directamente por el mismo Dios, y la sabiduría que encierra está lejos de toda duda. Se le han atribuido múltiples propiedades, como la de poder predecir el futuro. A continuación expondremos toda la verdad sobre el código secreto de la Biblia.




  El supersticioso cree penetrar esa escritura orgánica: trece comensales articulan el símbolo de la muerte. Un ópalo amarillo, el de la desgracia…


                                                        El espejo de los enigmas.

                                                  

                                                                                        Jorge Luis Borges






Todo comenzó cuando año 1994 la revista americana Statistical Science publicó un artículo escrito por tres matemáticos israelitas (Equidistant Letter sequences in the Book of Genesis) en el que aseguraban haber descubierto un subtexto en la versión hebrea del libro del Génesis formado por secuencias de letras equidistantes entre sí. Según los citados autores este subtexto encerraba frases proféticas. 

El trabajo de los tres matemáticos (Doron Witztum, Eliyahu Rips y Yoav Rosenberg) pretendía demostrar, aplicando una compleja técnica estadística, que el origen de estos mensajes no era fruto de la casualidad. Sostenían que los mensajes poseían origen divino. El Génesis es uno de los cinco libros que forman la primera parte de la Biblia, la Torá, dictada al profeta Moisés por el mismo Dios, según la tradición judeocristiana. En otras palabras, los citados autores argumentaban que la Biblia contenía un código secreto, y que ellos habían dado con la herramienta decodificadora. Como es fácil suponer, esta afirmación, hecha desde una tribuna científica de primera magnitud, había originado un revuelo mundial sin precedentes. 

En 1997, Richard Drosnin, un conocido periodista independiente, que había trabajado con anterioridad en el Washington Posty en el Wall Street Journal, publicó el libro The Bible Code,en el que se reproducía en un apéndice el trabajo de los tres matemáticos israelitas. El libro describía ejemplos de mensajes encriptados, la mayoría de carácter profético, relativos a hechos claves en la historia de la humanidad: el Holocausto judío, el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, el asesinato de Kennedy, la llegada del hombre a la luna, etc.

Entonces comencé a intuir ciertos elementos que ponían en tela de juicio la bondad del texto. Una impresión vaga me advertía que me encontraba en un terreno de arenas movedizas. La elucidación de las verdades del código de la Biblia fue al principio en una simple curiosidad que después se transformó una profunda obsesión.

La cuestión era, sin embargo, saber si las palabras de los crucigramas de la Torá se originaban por un fenómeno de naturaleza aleatoria, o bien al contrario obedecían a la voluntad de alguien las había incluido de forma premeditada en el texto. Los tres matemáticos israelitas abordaron el reto formando matrices de filas y columnas, procedentes de reorganizar el texto bíblico. Las matrices se generaban mediante saltos alternativos a lo largo de las letras del texto, reorganizado en una única hebra de letras. A continuación se buscaban posibles palabras dentro de cada una de las matrices y se indagaba si tenían alguna relación entre ellas. Si además estas palabras estaban razonablemente próximas (se definía un parámetro estadístico que consideraba la distancia euclídea) se podría inferir que este fenómeno no era debido a las leyes propias de la probabilidad combinatoria. Los matemáticos establecieron un complejo método, diseñando una serie de algoritmos y averiguando si el método era fiable, o lo que es lo mismo si se podían obtener conclusiones estadísticamente significativas (hipótesis nula).

El texto de la Biblia utilizado fue el conocido como Textus receptus, publicado por Coren Publishing Company de Jerusalen, aceptado como legítimo por todos los expertos en temas bíblicos.
Los autores se plantearon varias hipótesis que verificaron experimentalmente. Asimismo, como control comparativo, todos los experimentos se realizaron en paralelo de forma múltiple, contrastándolos con un texto también en hebreo de la novela Guerra y Pazde Tolstoy. El objetivo era demostrar que todas estas increíbles coincidencias sólo se dan en el texto bíblico original. Efectivamente, en ningún otro de los controles realizados se dio el supuesto fenómeno: por ejemplo en el mismo texto de la Biblia expresamente desordenado de forma aleatoria de varias maneras distintas.
Toda esa maraña matemática me impedía llegar de forma contundente al fondo de la cuestión: ¿existía realmente el código o por el contrario se trataba de un truco de magia hábilmente ejecutado?
Las conclusiones de Drosnin eran tajantes: el texto bíblico contenía algo más que una teoría filosófica, escondía mensajes ocultos que nos advertían de sucesos venideros. Estaba claro que el lado racional de mi misma no podía aceptar tales conclusiones. Entonces comencé a abordar otros aspectos del tema. ¿Qué otras corrientes de opinión existían en el mundo acerca del mismo tema?
El código de la Biblia tenía defensores a ultranza, pero también terribles detractores. Los primeros obedecían al perfil de personas que se creerían cualquier cosa a priori sin apenas parpadear. Los segundos se alzaban contra la insensatez de la teoría de los matemáticos israelitas sin pensárselo dos veces: no necesitaban entrar en ninguna demostración estadística. 
Como telón de fondo, la revista Statistical Science guardaba un prudente silencio, dando pie a que los defensores de la existencia del código de la Biblia reafirmaran aún más su teoría, como si la revista fuese infalible, como si estuviese bajo la protección del mismo Dios.
También relataba Drosnin que los matemáticos israelitas realizaron búsquedas sistemáticas del termino holocausto que dio por resultado la obtención de resultados estremecedores: Hitlernazi se encontraban junto a matanzaAlemania se cruzaba con nazis Berlín. Y el hombre que dirigió los campos de concentración, Eichmann, aparecía junto a hornos exterminio. Y así muchos más detalles acerca de este tema son relatados por Drosnin. A una pregunta del autor dirigida a un destacado matemático de Yale, este respondía: " Es posible, en teoría, creer en el código de la Biblia sin creer en Dios. Pero aquel que acepta la existencia de Dios ya no necesita preguntarse quién puede ver el futuro."
En la Biblia hay insertadas ciertas palabras como TORA en el Génesis o AARON en el Levítico, que por cálculo de probabilidad matemática se puede demostrar que sólo podrían estar si el autor del libro las hubiese incluido de forma voluntaria al redactar el texto. Esta posibilidad es técnicamente factible y nada extraña, teniendo en cuenta que se trata de un libro religioso, donde la introducción de elementos esotéricos y criptográficos formaría parte de un cierto ritual iniciático por parte de su autor. No hemos tampoco de olvidar que cuando la Biblia se redactó, los hebreos de aquel tiempo conocían bien la cultura egipcia y probablemente estaban al corriente de ciertas técnicas utilizadas para ocultar mensajes en un texto literario. Por otro lado, el hebreo primitivo era un idioma muy cercano al idioma egipcio, el cual estaba repleto de elementos simbólicos y jeroglíficos que propiciaban este tipo de estilo literario.
La Biblia también contiene ciertos modelos de ELS´s que podrían haberse incluido como verificadores de la integridad o autenticidad del texto.
Esta integridad se aseguraba mediante la transmisión oral de cierta doctrina esotérica que pasaba de generación en generación y en la que probablemente se incluían ciertas instrucciones aritméticas (Cábala) para comprobar la autenticidad del libro de Moisés. Un pequeño cambio en el texto se detectaría fácilmente. Por ejemplo, la inclusión o eliminación de una sola letra rompería totalmente el sistema de ELS´s y por lo tanto el estudioso del libro sagrado detectaría inmediatamente la adulteración del texto primitivo. Se quería evitar que el texto bíblico, debido a las sucesivas traducciones y versiones, fuese cambiando con el paso del tiempo hasta perder parte de su mensaje original. El caso de las ELS´s, encontradas el Pentateuco, donde se correlacionan importantes rabinos con sus fechas de nacimiento y muerte, de acuerdo con el trabajo de Witzun et al, se podría explicar considerando que se trata de ELS´s retroactivas y no predictivas.
Por lo tanto, parece que sólo una parte de las ELS´s encontradas en la Biblia fueron insertadas expresamente por el autor del libro sagrado.
 En cualquier caso ninguna de ellas tiene carácter predictivo, sino que se fundamentan en hechos conocidos y por lo tanto no tienen un origen milagroso o divino.  Muchos otros se originan de forma aleatoria y explican parte del comportamiento de las ELS´s que se encuentran en la bibliografía consultada. Observé que era muy importante saber distinguir unas de otras, para no caer en sofismas o doctrinas erróneas o demagógicas.

Tras varios meses de un trabajo exhaustivo trabajo matemático (Key word prediction) que aquí voy a omitir llegué a las siguientes conclusiones:                                    

1. A partir de unos  condicionantes previamente fijados, el modelo matemático KWP (Key word prediction) permite predecir el nº de palabras clave y temáticas (las relacionadas con las palabras clave) que se generarán de forma aleatoria al utilizar el sistema ELS´s. 
2.  Los   condicionantes utilizados dependen de la estructura del idioma utilizado, del texto y de las características inherentes al propio sistema ELS´s. 
3. El modelo KWP se comporta como un simulador, de manera que al variar el valor de alguno de los condicionantes en estudio y se obtiene de forma automática la influencia de este en la obtención del número de palabras clave y temáticas.
4. De la aplicación del modelo KWP se puede concluir que tanto el Hebreo como el Inglés y por extensión cualquier otro idioma, ven muy disminuida su capacidad de formar palabras clave y temáticas cuando el texto es desordenado y/o sin distribución alfabética de letras.
5. También se puede concluir que el Hebreo está más capacitado que el Inglés para formar palabras clave y temáticas a partir de un texto literario y con distribución alfabética de letras.
6. El libro del Génesis muestra grandes posibilidades de formar ELS´s significativas, porque es un texto literario ordenado y con distribución alfabética de letras, y escrito en lenguaje Hebreo.
7. En resumen se puede concluir que los racimos de palabras con significado, relacionadas entre sí, encontradas en el libro del Génesis (Witzum and co. /Stattistical Science, 1994), se pueden explicar aplicando el modelo KWP. Como consecuencia, las ELSs contenidas en el libro del Génesis se obtienen por azar y por lo tanto no predicen ningún hecho venidero.

El mes de noviembre de 1998 envíe el artículo en inglés al editor de la revista Stadistical Science, Leon Gleser con la esperanza de que fuese publicada.
 Acompañé el artículo con una carta en la que explicaba mi fascinación por el tema y como había llegado a la redacción del manuscrito. Terminaba la carta indicando que aunque el artículo de Witzum etal era aparentemente correcto desde un punto de vista matemático, sin embargo contenía algunas trampas. Esto quería decir que algunos conceptos vitales habían sido ocultados deliberadamente.  Concluía que era como una famosa demostración lógica que muestra, utilizando el peligroso concepto de infinito, que jamás el atleta Aquiles podrá alcanzar a la tortuga. No obstante, Lewis Carol escribió un delicioso diálogo entre la tortuga y Aquiles donde el atleta, sentado sobre el caparazón del quelonio, segundos después de alcanzar al simpático competidor. Concluía la carta expresando el sin sentido que suponía la afirmación lógica comentada.
 Finalmente un día me llegó una carta de Pittsburg. En ella León Gleser me decía que lo lamentaba pero no quería publicar nada más sobre el código de la Biblia. También me decía que en breve publicaría un artículo de unos australianos en la que refutaban el artículo original. Me adjuntaba también las opiniones de sus asesores acerca de mi artículo, con todas las objeciones encontradas. Me recomendaba finalmente que quizás podía interesar el artículo a alguna revista de filología o temas similares.
Ahora que el tiempo ha transcurrido se ha demostrado que las conclusiones a las que llegué en su momento eran ciertas. El Código Secreto de la Biblia solo existe en la mente de los más crédulos.







domingo, 5 de agosto de 2018

DESDE LA RECOLETA: EL UNIVERSO ILUSORIO DE BORGES


        “No sé quién soy. Posiblemente una ilusión creada por su generosidad”. Con estas palabras, cargadas de emoción, Jorge Luis Borges se dirigió a los asistentes que seguíamos con interés su conferencia en el Paraninfo de la Universidad Central de Barcelona. Era una tarde soleada de abril de 1980. Al finalizar el acto tuve el placer de charlar con Borges y con su colaboradora María Kodama. A continuación he intentado plasmar la visión de la realidad de una de las mentes más brillantes de la literatura y filosofía de todos los tiempos. Hace poco he tenido la ocasión de visitar por vez primera la ciudad de Buenos Aires, encontrando huellas perdidas del genio argentino, en la calle Quintana, en la Librería el Ateneo, en el Café La Biela, en la tumba de Silvina y Victoria Ocampo en el Cementerio de la Recoleta, o en la Fundación Borges.





 “Nuestra existencia es un laberinto de bifurcaciones caóticas y aleatorias. Somos nuestra memoria, somos ese quimérico destino de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. Así veía Borges la naturaleza frágil de nuestro yo intransferible.
La asombrosa magia del escritor argentino adormece la vulgaridad y exalta la sensibilidad numinosa del lector. Borges consideraba que el lenguaje forma parte de la ficción y por eso es incapaz de transmitirnos un conocimiento adecuado del mundo. 

Borges, al introducir elementos filosóficos en sus historias, trasladaba la metafísica al ámbito ficticio que le correspondía. Borges se recreaba escondiendo información subliminal entre líneas, esperando que algún lector perspicaz fuese capaz de descifrarla. En cada nueva lectura de la obra borgeana aparecen siempre nuevos significados, como en la práctica cabalística. La magia de Borges consiste en navegar por esa neblina evanescente en la que la realidad se confunde con la imaginación. ¿Acaso realidad y ficción no son la misma cosa?, se preguntaba Borges inocentemente. 
Borges descubría el orbe como artificioso, como un laberinto en el que estamos irremediablemente perdidos. Percibimos la realidad por medio de una serie de mensajes tanto externos como internos. Los primeros proceden de nuestro entorno, mientras que los segundos emanan de nuestro cerebro. El conjunto de las señales recibidas configura nuestra noción de la realidad. ¿Pero podemos estar seguros de que estas percepciones no son ficticias? ¿Existe una realidad objetiva independiente de nuestra apreciación personal?
Borges razonaba que en el presente se alberga nuestro pasado y está prefigurado nuestro porvenir, en una forma de ver las cosas muy einstiana. Borges también pensaba que la realidad era incierta, de que todo es y no es. Borges reflexionaba así: “¿Acaso no vivimos en un espacio ilusorio donde la realidad es incognoscible? Admitamos lo que todos los idealistas saben: el carácter alucinatorio del mundo. Lo hemos soñado misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo.”
Los filtros sensoriales de Borges le llevaban a presentir que el mundo era fingido. Quizás el fantasma de la ceguera en su juventud y la lenta progresión de la enfermedad más tarde alimentaban su forma especial de elucidar el universo. La corteza cerebral, ante la carencia de un sentido se adapta convenientemente para optimizar al máximo su funcionalidad. La plasticidad del cerebro agudiza entonces otras facultades. En el caso de Borges alguna de esas virtudes eran el ingenio, la capacidad de abstracción, la ensoñación y la facilidad para la fabulación de paraísos inventados. 

 La actividad cerebral origina también un conjunto de elementos virtuales que en ocasiones se confunden con la realidad. El mundo de lo imperceptible y el de lo imaginario a veces se solapan. Todo ello abocaba a Borges a vivir su realidad ingenua como si lo percibido fuese una ilusión. ¿Acaso su inacabable mundo de espejos y laberintos no son el reflejo de su peculiar forma de interpretar la realidad?
Borges discernía perfectamente la naturaleza sustancial del cosmos, real e imaginaria a la vez. No obstante, prefería ignorar este hecho. ¿A qué obedecía este comportamiento provocador? Se puede conjeturar que ante la imposibilidadde responder a ciertas preguntas existencialistas, Borges prefirió reubicar ciertos argumentos filosóficos al terreno siempre más amable de la ficción literaria. Así nació toda una estética borgeana de contemplar el mundo: libros apócrifos, autores inexistentes y lugares remotos jamás visitados. 
El universo de Borges se iba poblando progresivamente de entes fantásticos que se escondían tras la prosa fluida y las ensoñaciones poéticas de su autor. Borges al considerar la realidad como un enigma cuya clave definitiva reside en la inteligencia divina reforzaba su creencia de la inaccesibilidad de la realidad. Este escepticismo borgeano está presente de forma inmutable en toda su obra.
La realidad para Borges era un conjunto de elementos donde se conjuraba todo el universo concebible. También tenían cabida en este mundo las quimeras y las intuiciones de lo imperceptible. ¿Es posible evaluar en qué grado estas dimensiones invisibles modifican la naturaleza de la realidad? 
En El milagro secreto, Borges juega con la concepción relativista del tiempo en una pirueta intelectual de naturaleza fantástica. En la realidad borgeana convergen infinitas facetas. Allí está concentrada toda la sabiduría y también toda la ignorancia. Este universo paradigmático de Borges ha alcanzado literariamente la categoría de mito y se le conoce universalmente con un nombre casi sagrado: El Aleph.
 La ficción, fruto también de nuestra actividad cerebral, está integrada por un conjunto de elementos virtuales que a veces se solapan con la realidad. Borges descifraba el mundo desde una lógica distorsionada que confundía realidad con ficción, proclamando reiteradamente que el universo es engañoso.
En los relatos borgeanos, ficción y realidad se dan la mano. Pierre Menard tenía la ingente tarea de recrear el Quijote sin copiarlo. En la lotería de Babilonia, el azar es el que decide sobre la vida y la muerte de sus ciudadanos. El jardín de los senderos que se bifurcan presenta el eterno dilema entre la aleatoriedad y el determinismo del universo. Borges teje una casi infinita telaraña de universos paralelos en los que estamos atrapados, incapaces de resistirnos a la magia de sus propuestas cautivadoras.

A Borges le gustaba repetir a sus amigos la siguiente proposición del poeta inglés Samuel Taylor Coleridge: “Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño y le dieran una flor como prueba de que ha estado ahí, y al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?”. Esta actitud borgeana era como un desafío a las leyes físicas del universo, era como un intento desesperado de transgredir el orden establecido de la creación.
La visión ilusoria del mundo de Borges contrasta vivamente con un enfoque más objetivo del mismo, en el que el método científico desempeña una misión trascendente. Esta concepción borgeana de la realidad posee cierta concomitancia con la teoría de las ideas de Platón. 
El filósofo irlandés George Berkeley se llegó a cuestionar si un árbol que caía en un bosque y que no era visto por nadie, hacía ruido. Borges no llegó a consumar este tipo de afirmaciones, pero se deleitaba leyendo las estimulantes especulaciones de Berkeley.
La observación de la realidad condujo a Borges por sendas del conocimiento impregnadas de misterio. La búsqueda de la inasible realidad kantiana, supuso para Borges la posibilidad de investigar nuevos enfoques de la percepción. Las intransferibles historias del escritor argentino, su prosa y sus poemas han alcanzado la inmortalidad, algo que curiosamente Borges nunca deseó para si mismo.
Todo lo que se diga de Borges será poco…Siempre alguien explicará una nueva anécdota, como la mujer que me contó en la calle Quintana de Buenos Aires que cada día lo veía pasar, con puntualidad inquebrantable. 
Terminaré con un pequeño fragmento de la novela de dos amigos íntimos de Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares “Los que aman, odian”: “Había una extraña calma. Y no sabía cuándo había empezado. Me pregunté si sería el fin de la tormenta o una simple tregua. La luz era verdosa y por momentos lila. No correspondía a ninguna hora.”
A Borges le gustaba recordar las palabras de la reina de Escocia María Estuardo: “En el fin esta mi principio”. Tal vez esa hora perdida en la luminosidad verdosa y lila del relato de Silvina y Adolfo es la que flota evanescente sobre la tumba de Borges en un pequeño cementerio de Ginebra. El tiempo sigue siendo ilusorio.





Fotografías (de arriba a abajo):

1. Retrato de Jorge Luis Borges

2. Una placa con una poesía de Borges en el barrio de La Recoleta.

3. El autor de ese artículo, con su esposa, Borges y Bioy Casares en el Café de la Biela.

4. La librería el Ateneo, frecuentada por Borges, en la calle de Santa Fe en Buenos Aires.