jueves, 23 de julio de 2015

EL DON DE LOS DIOSES

Soy agnóstico por naturaleza, aunque siempre he tratado de estar atento a cualquier manifestación que pudiese aportar  un poco de luz a mi ignorancia. La estructura íntima de la fe es un elemento valioso, capaz de ser estudiado desde diversas perspectivas, como la neurobiológica, la antropológica o la religiosa. Creo que la fe no pertenece al dominio exclusivo de la religión y es un elemento fundamental en la percepción de la realidad. A través de la fe, por ejemplo, creemos que son verdaderas las ecuaciones de la física cuántica o confiamos ciegamente en la palabra de un amigo. La fe es intuitiva: creemos o no creemos.
Mi novela Liturgias imperfectas  ( distribuida por Amazon) es un intento de plasmar en un experimento literario los mecanismos invisibles que  configuran la fe y sus connotaciones filosóficas. Isinia y Agnosinia son países separados por culturas que difieren en más de dos mil años y que conviven por azar en la insólita isla de Anacroland, iluminada por la luz cenital de un astro llamado Aedes. Los escenarios de la historia poseen una estética surrealista: La Escalera Helicoidal, la Isla Perdida de Darwin, o el Templo Sagrado de Algalia, replica del de Gaudí de Barcelona.
La fábula, impregnada de una sutil atmósfera mitológica y salpicada de imágenes alegóricas, alcanza su punto álgido cuando Alesia, que vive un apasionado idilio con el príncipe de los agnosinios, es acusada de un grave delito contra las leyes sagradas de su pueblo y condenada a un destierro inaudito. La muchacha abandonará Anacroland, la isla de los anacronismos, a bordo de un pequeño velero y se dirigirá hacia un destino desconocido.
Liturgias imperfectas es la novela  inicial de una tetralogía denominada “Del Tulcis a Tarraco”. El río Tulcis de los romanos abastecía de agua a la ciudad imperial de Tarraco hace aproximadamente dos mil años. El agua es fuente de vida y por eso, tal vez, se creía que era un don de los dioses. En el relato la protagonista recuerda algunas vivencias, casi perdidas en su memoria evanescente, de su natal Tarraco y a lo largo del devenir de esta historia se pueden encontrar pistas de la geografía de la antigua capital de los césares, como la muralla, el puerto, el Campo de Marte, o un acueducto misterioso conocido hoy en día como Puente del Diablo.
Mientras Alesia se pasea por Agnopolis los poros de su piel se impregnan de olor a salitre, a brea, a ciudad vieja, a guisos marineros, a humo de velas,…Y sin saber cómo su subconsciente la devuelve al tiempo nostálgico de su infancia idolatrada, a la magia inconmensurable de una ciudad mediterránea con raíces romanas y pétreos monumentos, envuelta por un halo dorado y un pasado glorioso.
Cuando terminé la novela sentí la necesidad de dejarla leer a mi familia y a alguno de mis mejores amigos, y sin saber exactamente por qué también pensé en enviarle un ejemplar dedicado al Papa Benedicto XVI, que hacía poco acababa de renunciar a la Cátedra de San Pedro. Creí que, tal vez, en aquellos momentos el pontífice tendría un poco más de tiempo de lo que había sido habitual en su vida en el transcurso de los últimos años y podría echar un vistazo a mi escrito. Es indudable que en el tema de la doctrina de la fe, el eminente teólogo, es toda una autoridad.
Al cabo de unos meses, el recién Papa emérito me envió una carta en la que muy afectuosamente me expresaba su parecer. Deseo ahora agradecerle públicamente la gran amabilidad que me mostró y dedicarle mi novela. Me encantaría también poder compartir con todas las personas que lo deseen ese breve ensayo o reflexión acerca de la relación entre la fe y la realidad empírica verificable, aunque, como veréis más adelante, sobre esa dualidad aún queda mucho por decir. ¿Ciencia y religión son caras de una misma moneda?


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