Sus palabras sonaron duras. Matías prosiguió: “Os voy a leer
lo que dice exactamente… ¿Quién es el más
listo de la clase? Hay un enigma que descifrar y el premio pude no ser
insustancial.”
Una vez más
el estado de ánimo de los presentes había quedado suspendido en una extraña
sensación, mezcla de sorpresa y desconfianza. ¿A dónde les llevaría todo
aquello? ¿Cuál era el objetivo final? Cada uno de ellos tenía respuestas
distintas a esas incógnitas. Sofía creía que no había ningún enigma que descifrar
y que el premio insustancial en
realidad carecía de significado. Pensaba que aquel texto indescifrable era una
forma de estimular a los ratoncitos a
que se estrujasen la mollera.
Los invitados tomaron de nuevo asiento en distintos lugares
del salón. Junto a la chimenea se acomodaron Sofía y Laura. Entre ellas se
había establecido una relación especial, como de camaradas que se conocen de
toda la vida. La tormenta parecía que finalmente se estaba debilitando.
De la
novela “Eucaliptus rojos”
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