Las
sombras inminentes serían como un lamento breve, como la precipitación etérea de una hoja de abedul sobre un suelo arcilloso. Ella lanzaba
preguntas al aire. Pero no había respuestas, todo lo que hallaba eran preguntas
que volvían volando como pájaros al ralentí. Lo que descubría era siempre la
misma pregunta.
Una
hora antes la amable Melisa había proporcionado a los invitados una infusión especial
para que pudiesen conciliar mejor el sueño. Estaba compuesta por una mezcla de
hierbas aromáticas que gozaban de propiedades mágicas, relajaban el espíritu y construían
mundos ingrávidos, donde los sueños eran
la esencia suprema de los mismos.
De la novela
“Eucaliptus rojos”
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