El río
Tulcis de los romanos abastecía de agua a la ciudad imperial de Tarraco hace
aproximadamente dos mil años. El agua es fuente de vida y por eso, tal vez, se
creía que era un don de los dioses.
En el relato la protagonista recuerda algunas vivencias, casi perdidas en su
memoria evanescente, de su natal Tarraco y a lo largo del devenir de esta
historia se pueden encontrar pistas de la geografía de la antigua capital de
los césares, como la muralla, el puerto, el Campo de Marte, o un acueducto
misterioso conocido hoy en día como Puente del Diablo.
Mientras
Alesia se pasea por Agnopolis, los poros de su piel se impregnan de olor a
salitre, a brea, a ciudad vieja, a guisos marineros, a humo de velas,…Y sin
saber cómo su subconsciente la devuelve al tiempo nostálgico de su infancia
idolatrada, a la magia inconmensurable de una ciudad mediterránea con raíces
romanas y pétreos monumentos, envuelta por un halo dorado y un pasado glorioso.
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