La
cara del padre Nogués se ilumina, ríe, y suelta: “Le preguntaría por el mal.”
“¿Y
cual se imagina que sería la respuesta?”, le digo.
El
padre Nogués responde con firmeza: “ Le preguntaría por el mal porque con las
maravillas los humanos disfrutamos, con el mal no. Los males son fastidiosos.
Ante el mal pienso que una persona, que por ejemplo sea atea o agnóstica, puede
dar una respuesta coherente. Es decir, puede argumentar que no sabemos cómo
funciona este mundo y que existen cosa absurdas que suceden. Si una persona es
creyente y defiende la realidad de un Dios bueno, por lo tanto omnipotente y
lleno de bondad, entonces nos encontramos ante el dilema de Epicuro. Como
consecuencia ese creyente tiene la carga de la prueba respecto del mal…ha de
justificar cómo un Dios bueno y omnipotente tolera el mal….es esa la cuestión,
¿no? Claro, entonces como el mal nos daña, nos penetra muy adentro. Opino que
las maravillas pueden atraer religiosamente, pero lo que realmente está en el
corazón de la dificultad religiosa es creer en un Dios bueno y omnipotente, y
en la existencia del mal. No tenemos respuestas definitivas y esto sucede desde
hace siglos y milenios. Este es el gran tema, y cuando se habla de religión,
todos los grandes mitos religiosos lo que primero intentan es explicar en sus
orígenes porque existe el mal. Entonces o se crea la figura del diablo o bien
un mecanismo a través del cual se expliquen esos conceptos, como el pecado
original…O sea que se van generando teorías para ver si entendemos por qué
caray pasa esto, y bueno…estamos igual. No aclaramos nada.”
Ramón María Nogués, teólogo
(Reflexiones con Francesc Montejo)
Muchas gracias al blog por la información publicada y a Dios por tanto amor que nos brinda. Bendiciones.
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