El
príncipe le devolvió la sonrisa y entrelazó sus manos con las suyas. Estaban
muy cerca y sus labios se unieron en un beso sin fin. Ella recostó su cabeza
sobre el hombro de él. Podía oler la fragancia de un perfume viril de notas
cítricas y amaderadas. Así estuvieron largo tiempo, sin mediar palabra alguna.
Posiblemente no hacía falta. Finalmente se rompió el silencio. Alesia preguntó:
“¿Cómo es vuestra religión?”
El
príncipe, acariciando los sedosos cabellos de la joven, dijo: “Somos
agnósticos. No tenemos dioses. Tras cientos de años de adorar a deidades de
todo tipo, optamos por prescindir de las mismas. La vida es enigmática, con
dioses o sin ellos. Buscamos en la meditación las explicaciones que no nos
pueden proporcionar las viejas leyendas.”
Liturgias imperfectas (Fragmento del capítulo X)
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