"Un pequeño ferry llevó a los
amantes hasta la Isla Perdida de Darwin.
Una frondosa vegetación y un intenso olor de flores impactaron rápidamente en
los jóvenes, que permanecían abrazados en la cubierta de la embarcación.
Observaron con interés aquel pequeño islote en el que alguien dijo en una
ocasión que podía encontrarse el eslabón perdido, el nexo evolutivo entre el
hombre y el mono".
Así comienza el capítulo XVII de "Liturgias imperfectas". Para hablar de Darwin y de la evolución nada mejor que hacerlo con Jordi Agustí, que es profesor de investigación de ICREA en el Instituto de Paleontología humana y
evolución social de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona. Fue
director del Museo de Paleontología Miguel
Crusafont de Sabadell y como paleontólogo ha dirigido importantes proyectos
internacionales. Forma parte del equipo de investigadores del yacimiento de Dmanisi (Georgia), donde se han
descubierto los homínidos más antiguos de Europa. Está en posesión de
innumerables premios de investigación y posee una amplia obra científica, entre
las que destacaremos la última publicada en la que se ha aventurado en una interesante
incursión en la literatura. Se trata de la siempre difícil reescritura de la
obra más conocida de Lewis Carroll, con el nombre de Alicia en el País de la Evolución.
Mi primera pregunta era casi obligada: “¿Por qué desaparecieron
los dinosaurios?”
Jordi Agustí esboza una sonrisa y contesta: “ Este es un tema
largamente debatido. Existe un hecho objetivo y es que a finales del Cretáceo,
hace unos 66 millones de años, ciertamente se produjo el
impacto de un meteorito. Se ha dicho que este tipo de impactos han
afectado a muchas extinciones a lo largo de la historia, pero verdaderamente,
donde está claramente probado que está asociado a una extinción es a finales
del Cretáceo. Existen muchas pruebas. Incluso se ha localizado el lugar de la colisión,
en la península del Yucatán, el llamado cráter de Chicxulub, en un pueblo denominado Progreso. Pero surge otra
pregunta: ¿realmente los dinosaurios se extinguieron por ese impacto? Lo que
también es cierto es que los dinosaurios estaban ya en declive en aquel momento
y los mamíferos ya se estaban expandiendo. Seguramente sin la intervención del
meteorito también se habrían extinguido. En cualquier caso este impacto
meteorítico no sólo afectó a los dinosaurios, sino que también perturbó al fitoplancton
de la tierra y esto fue la causa de la gran crisis biótica que hubo.”
Jordi Agustí se toma un respiro.
Mi siguiente pregunta no se hizo esperar: “¿Cuál es el secreto de
Darwin?”
Jordi responde con rapidez: “Ah, sí…El secreto de Darwin para mí
es que era una persona que se hacía las preguntas correctas y era una gran
observador y experimentador. Darwin no fue el primero en establecer la idea de
la evolución. Lamarck, por ejemplo, se basó en la voluntad del individuo y poco
en la observación. Darwin en su viaje del Beagle alrededor del mundo,
estableció la idea de la selección natural, que es la clave de la teoría
evolutiva moderna. Fue un científico
moderno y la prueba está en que El origen
de las especies es un volumen de unas 500 páginas todas repletas de
información, sin nada de elucubración. Pruebas, pruebas, pruebas…Darwin en su
último libro, poco antes de morir, estudia como los gusanos movilizan el humus
de la tierra e incluso hizo sus cálculos.”
Cambio de tercio. Mi siguiente pregunta es: “¿La actual crisis
económica mundial, nos revela un cambio de paradigma más profundo?
Jordi responde unos segundos después: “La verdad es que el
progreso de la humanidad en los últimos siglos se ha basado siempre en la
expansión geográfica y su
correspondiente expansión económica. Y las guerras han sido la consecuencia de
esto, ¿no? Pero ahora ya estamos en una situación en la que la humanidad ya no
puede expandirse más, y de hecho, buena parte del mundo está ya desarrollado, con
lo que hemos llegado a un sistema cerrado. Las crisis anteriores eran crisis de
factores externos (recursos, crisis climáticas, etc.), las últimas crisis son
cada vez más crisis internas del sistema. Es el mismo sistema el que entra en
crisis, ¿no? Lo comentaba en una ocasión con Eudald Carbonell, el arqueólogo, y no está claro si ésta es una crisis sistémica, pero es posible que
estemos cerca de la misma. Y entonces, sí que se producirá un cambio de
estructura social porque ya no se podrá sostener el motor actual de la
economía.”
Volvemos de nuevo a la paleontología. Le pregunto: “El arte
rupestre se puede interpretar como una manifestación simbólica de un exceso de
emotividad evolutiva del homo sapiens?”
Jordi Agustí responde: “ Ésta es precisamente mi teoría. El arte
rupestre, al que los especialistas no les gusta llamar arte, era la obra de
unos chamanes. Lo que pintaban era como la conexión entre la tribu y otro
mundo. Estas pinturas están en lugares recónditos, como en el fondo de cuevas,
donde se celebraban ceremonias entorno al fuego, y donde estos mediadores con
el más allá experimentaban ciertas alucinaciones, tal vez por la ingestión de
sustancias alucinógenas. Ahora bien,
¿por qué?... Para mí la explicación radica en la complejidad de nuestro
cerebro. Nuestro grado de emotividad es muy alto, y posiblemente esto haya
originado esta expresión artística. Y entonces surge la pregunta: ¿para qué
sirve el arte?...Pues nadie lo sabe… No sirve para nada, ¿no?...Yo siempre me
rió un poco de mis colegas que se preguntan por qué nuestros antepasados hace
veinte mil años realizaban pinturas en las cuevas si nosotros no sabemos por
qué hoy la gente pinta grafitis en
nuestras calles. En mi opinión este
exceso de emotividad, que proviene de la estructura de nuestro cerebro, sería
una explicación del origen del arte.”
Jordi Agustí sonríe satisfecho. Le lanzo mis siguiente cuestión:
“Mi pregunta está relacionada con lo que acabas de explicar. ¿Por qué nosotros,
aparentemente, somos la única especie animal que fabrica objetos que no sirven
para nada, como joyas o esculturas?”
Jordi Agustí responde: “Todo ello está relacionado con la
explosión del pensamiento simbólico que se da en nuestra especie del homo
sapiens. Hay algo de pensamiento simbólico en los neandertales, pero sobretodo es en nuestra especie en la que el arte parietal o rupestre alcanza niveles
que nunca antes se habían logrado. Consecuentemente, interpreto la aparición de
estos objetos inútiles como una relación con la estructuración de los grupos y
de la sociedad. Es decir, en un principio pensamos que podían ser grupos muy
agresivos y que hubiese habido una fuerte competencia entre los machos, como
sucede con los primates. Más tarde surge el arma
y te puedes cargar al vecino (como en la escena de 2001 Una Odisea en el
Espacio). Sin embargo luego el arma ya no es necesaria, y solo con mostrarla ya
se posee el mando. Se trata de un signo de soberanía, ¿no? Para mí, todos esos
objetos inútiles como las joyas se acaban convirtiendo en atributos del poder
por parte de unos cuantos que permiten estructurar la agresividad de las
sociedades.”
Queda clara la posición al respecto de Jordi Agustí. Le formulo a
continuación otra pregunta: “Jordi, se dice que todos tenemos en la vida
nuestro minuto de gloria, en el que tocas el cielo. Emocional y
científicamente, cual ha sido tu minuto de gloria?”
Jordi vuelve a sonreír y dice: “Fue el año 2001 cuando participe
en el descubrimiento de uno de los cráneos, mi primer cráneo, en el yacimiento
de Dmanisi. Aquello supuso una sensación irrepetible. Ver como estaba enfrente
mío…esto lo explico en el libro titulado La
evolución sin sentido, y fue una
sensación casi religiosa.”
Y para terminar le planteo mi última pregunta: “Si en tu último
libro existiese un capítulo imaginario en el que Alicia se encontrase con Lewis
Carroll, qué tipo de diálogo crees que tendrían?”
Jordi Agustí contesta: “Bien, Alicia
Liddell de hecho ya se encontró con Lewis Carroll, porque éste escribió el
libro para ella, que era su amiga…
A lo que le aclaro: “Me refería a su personaje”
Jordi Agustí respira hondo y dice: “Yo hablaré de mi Alicia,
porque Alicia es una persona muy inteligente, pero, al comienzo, un poco
sobrada de si misma, porque viene de la sociedad victoriana y de hecho en mi
libro va madurando, ¿no?...Se trata de un proceso de aprendizaje. Creo que si
se hubiese encontrado con Lewis Carroll se establecería entre ambos un diálogo
muy fructífero. Alicia le estaría preguntando constantemente: por qué esto, por
qué aquello. Le cuestionaría todo…Lewis Carroll se pondría nervioso, pero al
final serían buenos amigos.”
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