El príncipe arqueó las cejas dubitativamente
y dijo: “Estás cautiva en un mundo inverosímil. Yo soy un holograma que tu
mente interpreta como real. No soy ni dejo de ser. Somos un sueño que flota en un sueño, que en realidad tu misma estás creando.
Cualquier día me marcharé para que se cumplan las profecías de los viejos oráculos”
La luz menguante resaltaba el
óvalo de la cara de la jovencita. Ésta se mordió imperceptiblemente el labio
superior antes de decir: “¡Somos reales!”
Alesia se abrazó desesperadamente
a Utar. Ambos rodaron por la hierba húmeda. El príncipe dijo: “Somos tan reales
como tú quieras creer. Tal vez yo sea un sueño tuyo.”
La joven, exasperada, exclamó:
“¡Nadie nos podrá separar jamás!
Los amantes se fundieron en un
beso apasionado, mientras una lluvia blanca empapaba sus cuerpos febriles.
Francesc Montejo: "Liturgias imperfectas"
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