
La luz menguante resaltaba el
óvalo de la cara de la jovencita. Ésta se mordió imperceptiblemente el labio
superior antes de decir: “¡Somos reales!”
Alesia se abrazó desesperadamente
a Utar. Ambos rodaron por la hierba húmeda. El príncipe dijo: “Somos tan reales
como tú quieras creer. Tal vez yo sea un sueño tuyo.”
La joven, exasperada, exclamó:
“¡Nadie nos podrá separar jamás!
Los amantes se fundieron en un
beso apasionado, mientras una lluvia blanca empapaba sus cuerpos febriles.
Francesc Montejo: "Liturgias imperfectas"
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