Y llovió espuma blanca, cual anhelado maná, para
que labios sedientos no sintieran soledad. Y en la oscuridad, un cáliz de plata
brilló, un rayo de luz le hirió y lo oscuro se hizo verdad. Y contemplé
aterrada, con que sigilo y candor se realizaba el milagro, nacimiento del
amor. Con ritual de leyenda ecos
misteriosos suenan y nacen al mundo armonías del jardín de las delicias. Notas
suaves, silenciosas, alegrías infinitas, renace la poesía, mientras el alma
dormita. El silencio hace silencio para escuchar con temor esas notas
misteriosas, esas notas son amor.
La
joven sentía en su interior trazos difusos de un mundo inexplorado, de un
universo inalcanzable.
¡Qué
hacer ante tanta absurdidad! Tenía que moldear su alma, revestida de un cuerpo
irreconocible, a la luz de las viejas enseñanzas de los sabios.
La interminable podredumbre de la sangre,
el delirio ardiente o la lenta agonía de la luz eran nubes fosforescentes en un cielo luminoso, bajo el
cual un horizonte borroso distanciaba definitivamente la realidad de la
ficción.
(De la novela "Eucaliptos rojos")
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