jueves, 16 de febrero de 2017

LA LÓGICA DEL LENGUAJE SEGÚN WITTGENSTEIN


                                      

Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Esta reflexión del filósofo vienés Lugwing Wittgenstein, uno de los más preclaros del siglo XX, resume de manera síntetica su visión sobre la filosofía del lenguaje. La obra de Wittgenstein, expresada en aforismos como si de un libro sagrado se tratara, bucea en la interpretación del significado del lenguaje e indirectamente trata de establecer la relación entre éste y la realidad. Este planteamiento wittgensteniano define el alcance de nuestra realidad ingenua, la que nos permite contemplar el universo cómo exactamente nosotros lo vemos.
John Locke, un pensador inglés del siglo XVII, considerado el padre del empirismo, había expuesto que las ideas emanan de nuestra experiencia sensible, atribuyendo al lenguaje una finalidad comunicativa. Para Locke las palabras eran signos de concepciones internas. El lenguaje es una eficaz forma de comunicación, al igual que los gestos, el olfato, los sonidos o el tacto. Las palabras, la gramática y la semántica son algunos sillares del lenguaje y han ido progresando de forma evolutiva, aportando precisión y restando ambigüedad a la comunicación. El lenguaje además de hablado puede ser escrito y por razones histórico-geográficas posee diferentes modalidades que llamamos idiomas.
San Agustín en las Confesiones consideraba que adquirimos el lenguaje mediante un aprendizaje por ostensión, conociendo el significado de las palabras al vincularlas a su uso. Estas ideas de Agustín de Hipona influyeron notablemente en la filosofía wittgeinstiana.
A los seres, objetos y conceptos les asignamos palabras que los identifiquen. Es una manera de etiquetar fragmentos de realidad para disponer posteriormente de patrones de referencia a los que podamos acudir para comunicarnos. A su vez, las reglas gramaticales y de uso del lenguaje nos sirven para establecer proposiciones lógicas que relacionen de forma inequívoca los distintos términos que forman parte de nuestro diccionario lingüístico. El lenguaje es una consecuencia de la actividad cerebral y alguna de sus propiedades como la memoria son factores determinantes en la eficacia y utilidad del mismo.
La estructura del lenguaje y el conjunto de palabras que lo integran ayudan a pensar con claridad, evitando la confusión. Asimismo, un pensamiento conciso ayuda a desarrollar un lenguaje dotado de lógica y eficacia. La relatividad lingüística de Sapir–Whorf establece que existe una relación entre las categorías gramaticales del lenguaje y la forma de conceptualizar el mundo. Lenguaje y pensamiento se retroalimentan en avance progresivo hacia la excelencia en la comunicación. Se considera que el lenguaje como expresión comunicativa es el resultado de la eliminación de la materia y la energía de un acontecimiento. El lenguaje como expresión de ideas abstractas y simbólicas ha sido un factor clave en el desarrollo de la inteligencia humana y es lo que nos diferencia realmente del resto de los animales.
El eminente filósofo alemán Gottob Fredge defendía que los significados de las palabras pertenecen a la sociedad y no a las mentes de los individuos. Lo que es exclusivo de las personas son sus representaciones subjetivas, de las que las palabras no son signos de representaciones internas como aseveraba John Locke.
Wittgenstein mantenía constantes discusiones metafísicas con su amigo Fredge y con su maestro Bertran Russel, acerca del significado profundo del lenguaje. Wittgenstein en el  Tractatus logico-philosophicus  consideraba el lenguaje como forma a priori kantiana que estructura el pensamiento y expresa la verdadera naturaleza de sus límites. Algunas reminiscencias kantianas las encontramos también en Jorge Luis Borges, que entendía el lenguaje como parte de la ficción y por esto aseguraba que no puede transmitirnos un conocimiento idóneo del mundo.
En el Tractatus logico-philosophicus  subyace una teoría de la representación figurativa del signo, como algo que hace las veces de idea o realidad. Los signos son convencionales, y por eso hay múltiples idiomas, pero los pensamientos no lo son. Sin embargo, hay expresiones que no se pueden exponer mediante una comunicación cognoscitiva y que sólo se pueden mostrar. Una de estas entidades es la estructura lógica de las construcciones lingüísticas. Esta primera obra de Wittgenstein posee un carácter marcadamente dogmático, como así reconocería posteriormente su autor. Es un análisis rigurososo de cómo funciona el pensamiento humano y pretende explicar su verdadera naturaleza. Proposiciones lógicas y tautologías constituyen el cuerpo de una nueva filosofía wittgeinsteniana. Las proposiciones indecibles Gödelianas, nacidas como crítica al trabajo de Bertran Russel, eran un desafío que motivaba a Wittgenstein a rizar el rizo de las especulaciones filosóficas entorno a la lógica matemática y su posible influencia en los sistemas lingüísticos.
Años después, Wittgenstein se arrepintió de ciertas conclusiones expuestas en su Tractatus logico-philosophicus  y quiso rebatirlas en una nueva obra que tituló Investigaciones filosóficas. Según este nuevo estudio de Wittgenstein, el lenguaje debe considerase en el seno mismo de los diversos contextos comunicativos y de las reglas de uso de las palabras en dichos contextos. Se pasa de la lógica subyacente al lenguaje, que era como un a priori kantiano, a la gramática real de los usos del lenguaje.
El lenguaje para Wittgenstein es el resultado de su utilización, teniendo su razón de ser en contextos de comunicación. Las palabras no son meras representaciones mentales de la realidad. El juego del lenguaje debe ser contemplado como método heurístico. El lenguaje no posee la función paradigmática de establecer la conexión esencial entre  lenguaje y la realidad. El lenguaje es el resultado de una rigurosa lógica matemática. A la propia filosofía trascendental se le aplica un nuevo paso de rosca en busca de los hilos invisibles del pensamiento.
 El significado de una palabra debe ser abierto y polisémico.  La polisemia tiene su importancia, como manifiesta el físico catalán Ricard Solé, en los conglomerados neuronales, que facilitan una estructura de mundo pequeño, que favorece enormente la capacidad comunicativa. Wittgenstein defiende que ni el sentido, ni el valor intrínseco de las palabras pueden establecerse al márgen de la realidad cotidiana del lenguaje. Wittgenstein también analiza cuidadosamente las diferencias funcionales semióticas de los signos linguísticos.
En su nueva concepción del lenguaje,  Wittgenstein cambia completamente su punto de vista y rompe con la teoría de la figuración. Wittgenstein centra su interés en los  distintos juegos del lenguaje. Wittgenstein pasa de la lógica a un discurso sin reflejos, a la distorsión en múltiples lógicas locales, donde es imposible encontrar una certidumbre última. El lenguaje es mucho más que palabras. Lo que hace al lenguaje es su uso, sus prácticas de utilización en los diversos juegos. La gente aprende a hablar con las prácticas y las formas de vida, que no se pueden describir. Los usos forman diferentes significados y entre ellos sólo hay vagas semejanzas. 
El estudio profundo de la filosofía del lenguaje y sus significados llevó a Wittgenstein al concepto de silencio metafísico. La ausencia de lenguaje con sentido nos instala en la esfera de la ética, de la estética y de la mística. El lenguaje es interpretado como elemento del espacio lógico. El lenguaje acaba en una densa incomunicación, llena de sentido, pero que paradójicamente no puede formularse.
Wittgenstein captó la realidad a través del lenguaje, con todas sus variantes semánticas, estructurales y culturales. Su mundo iluminaba su mente a través de sus estudios eruditos sobre el lenguaje. Wittgenstein persiguió toda su vida lo absoluto. Este misticismo trascendente le proporcionó momentos sublimes de gloria y felicidad. Cercana ya su muerte, no obstante, la exaltación efímera de este mundo no tenía ya ningún valor para el filósofo de la lógica lingüística. Su realidad ingénua estuvo siempre mediatizada por el estudio de la metafísica del lenguaje y la interpretación de los múltiples metalenguajes subyacentes.


BIBLIOGRAFÍA
1.     Ludwig Wittgenstein. Tractatus logico-philosophicus. Alianza Editorial. Madrid, 2009.
2.     Ludwig Wittgenstein. Investigaciones filosóficas. Editorial Crítica. Barcelona, 2008.







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