Recorrer el paisaje en el que Agatha Christie vivió es una experiencia que permite comprender un poco mejor cómo era la genial escritora inglesa. El primer punto de encuentro fue el Gran Hotel de Torquay, donde la escritora paso su luna de miel con el comandante Archibald Christie. Se trata de un hotel de estilo victoriano desde el que se contempla un mar tranquilo que caracteriza aquella zona del Devon, en el sur de Inglaterra. La siguiente parada fue Greenway, la casa en la que pasó gran parte de sus veranos la escritora, cerca de su pueblo natal de Torquay. Es una mansión imponente situada en medio de una zona boscosa en la que Agatha Christie situó la acción de alguna de sus novelas, como “El templete de Nase House”. Es fácil imaginarse al inconfundible Hércules Poirot deambulando ajetreado por aquellos lares persiguiendo asesinos.
En Greenway se pueden contemplar objetos procedentes de sus expediciones
arqueológicas a Irak y Siria. Ella estuvo en esos míticos parajes con su
segundo esposo Max Mallowan, donde escribió alguna de sus obras, como
“Asesinato en Mesopotamia”.
También cerca de allí se encuentra la pequeña isla de Burgh, en la que la
escritora asentó la trama de “Diez negritos”, una de sus obras más conocidas.
El tercer punto de encuentro fue el teatro de Sant Martins, en el West End
londinense, donde se representaba por enésima vez (66 años consecutivos) la
obra “La ratonera”. Borges sostenía que un autor escribe siempre la misma obra.
En el caso de la dama del crimen esta afirmación también se cumple. Muchas de
sus obras más conocidas (“Asesinato en el Orient Exprés”, “Cartas sobre la
mesa”, “Diez negritos”, “Maldad bajo el sol”, la misma ratonera y un montón más),
plantean un enigma en el que un asesino actúa en un recinto cerrado. Era un
tema recurrente entre los escritores ingleses de principios del siglo XX, como
Conan Doyle, creador del mítico detective Sherlock Holmes, que vivió sus
pesquisas con Watson en el Baker Street londinense. El sagaz lector debe descubrir al culpable. Y
no siempre es fácil.
Ciertos
autores saben cómo hechizar al lector. Agatha
Christie es el paradigma de este fenómeno. Sus novelas poseen un enigmático
poder oculto que es adictivo para quién lee sus obras. Unos científicos de la
Universidad de Oxford estudiaron con un programa informático la causa de este
sorprendente efecto y publicaron un interesante estudio sobre la autora de
Torquay.
El secreto de Agatha Christie
radica en el tipo de palabras e ideas utilizadas y en la repetición de las
mismas dentro de un texto literario. Esta adecuada combinación crea un estado
de paz interior en el lector que muy bien podría ser una fuente de endorfinas.
Estas substancias son neurotransmisores cerebrales que poseen estructuras
parecidas a ciertos opiáceos y a algunas drogas de síntesis y que producen
felicidad. Es como si cierta literatura tuviese el poder terapéutico de
curarnos en base a la liberación de substancias químicas endógenas.
Bucear en la vida de Agatha
Christie es un placer enriquecedor. Como dijo una vez la célebre escritora
inglesa: “El tiempo…es solo una forma de pensamiento”.
Fotografías en orden descendente:
1. Teatro St Martins en Londres.
2. Ventana de Greenway
3. Gran Hotel de Torquay
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