JOHAN 3D05
Considerad y meditad que el mismo Leibniz
quiso continuar el arte combinatorio de Raimon Llull, el doctor iluminado. Las
ruedas combinatorias funcionaban gracias a un hilo rojo que las atravesaba por
el centro y que estaba cosido al pergamino y de Noche decía que seguían rodando
en el Sueño, como las ruedas del Fuego Ardiente, tal y como quería Heráclito el
Oscuro.
Salvador Dalí, Marqués de Dalí de Púbol
Figueres, 1 de noviembre de 1985
A través de los
vidrios polarizados de unas gafas de diseño futurista, Horacio Mendoza
observaba complacido el césped verde y brillante del Camp Nou, bañado por una
tamizada luz eléctrica.
El hombre
respiró profundamente. Un olor potente de puros habanos, junto con un puñado de
rumores de fondo, gritos y bocinas de barco le llegaron al cerebro. Estas
sensaciones constituían por Horacio Mendoza entrañables vivencias, asociadas a
una noche de fútbol en el estadio barcelonista.
Ya faltaba poco para
el inicio del partido. "Hoy no podemos fallar, tenemos que ganar",
gritó Horacio Mendoza mirando a un público que no la escuchaba.
Cómodamente sentado en
un asiento de la primera grada, muy cerca del gol Norte, el hombre observaba la
bien trenzada red de la portería donde el portero Vítor Baía estaba realizando
ejercicios de calentamiento.
Blaugrana al vent, tenim un nom, el sap tot-hom ... !!! Barça,
Baaarça, Baaaaaaaarça !!!
El hombre tenía
la piel de gallina. La noche primaveral invitaba a soñar. El cielo de color
violeta daba al partido un aire más mágico aún.
Horacio Mendoza se
acariciaba la barba blanca con impaciencia. Observaba como los capitanes del
Barça y del Real Madrid, Xavi y Raúl, se saludaban en el círculo central, bajo
la atenta mirada del árbitro, que vestía una camiseta de un color amarillo
canario de lo más llamativo.
"Los venceremos
sin piedad", explicaba Horacio Mendoza a sus vecinos de asiento.
"Este año tenemos que ganar la Champions!"
A través de un pequeño
auricular, la inconfundible voz de Joaquim María Puyal comentaba las noticias
previas al partido. Como era habitual en él también daba su visión estratégica
del futuro del club, e introducía cuñas publicitarias del patrocinador de
Fútbol en Cataluña Radio que como todo el mundo sabe es la Caixa.
El barcelonismo estaba
un poco herido por los últimos acontecimientos, pero ahora era el momento de
estar todos unidos, haciendo piña. Miles de banderas azulgranas y banderas se agitaban
en el aire con un ritual ancestral.
El público entonaba
cánticos y hacía la ola. Las peñas barcelonistas de todo el país habían
desplegado como de costumbre sus pancartas.
Pronto llegó la
primera gran alegría de la noche. "Saviola, Saviola, Saviooola, ... sos
Macanudo", gritaba Puyal. El pequeño jugador argentino se había fugado de
la acometida de Hierro y Roberto Carlos y de disparo colocado había introducido
el cuero dentro de la portería de un desconsolado Casillas.
Ahora sí que todo el
campo era un clamor.
La jugada parecía
haber sido ejecutada a cámara lenta, como si en Saviola hubiera sido un jugador
de dibujos animados, recordando los movimientos del inolvidable brasileño
Romario.
La masa barcelonista
estalló en un delirio colectivo irrefrenable. Una fiebre azulgrana entre
enfermiza, cósmica y enloquecida hacía que casi cien mil espectadores fueran
transportados a otra dimensión con un fervor inusitado.
En estos momentos el
sentimiento por el Barça estaba por encima del bien y del mal, era casi una
religión para miles de aficionados.
Entonces en la mente
de Horacio Mendoza llegaron vivencias casi desaparecidas de su memoria. Recordó
un gol marcado por el genial Marcial Pina en viejo campo de Atocha de San
Sebastián. El Barça y la Real Sociedad estaban empatando a uno, cuando el rubio
jugador barcelonista cogió el balón en el centro del campo y se dirigió como un
rayo hacia la portería contraria, entró dentro del área grande y tras un
driblar en seco empalmó un fuerte disparo cruzado que hizo inútil la estirada
del portero Esnaola. Aún recordaba el delirio del inolvidable comentarista
Agustín Rodríguez gritando por las ondas de Radio Juventud de Barcelona: "!Marcial,
Marcial, ha sido Marcial, ha sido un tanto que acredita a un jugador!"
También le venían a la
cabeza algunos de los goles irrepetibles de Carles Rexach, cuando sus piernas
arrojaban cañonazos de fuego imparables. Entonces, como por arte de magia sintió
en su cerebro las notas del antiguo himno: ¡Barça, Barça, Barça, Barça es el
grito que por los aires pregona el espíritu y la gloria del club, Barça, Barça,
Barça es el grito que los corazones hermana, el pasado el presente y el futuro!
Horacio Mendoza
recordó también con nostalgia los entrañables locutores Miguel Ángel Valdivieso
y José Félix Pons que tantos goles épicos también habían narrado.
Como había dicho
Albert Einstein, pensó Horacio Mendoza: Para la física la diferencia entre pasado
y futuro es una ilusión.
De pronto todas las
miradas se centraron en una enorme sábana que se estaba desplegando y en la que
se podía leer con grandes letras: Figo eres un Judas.
Todo el mundo
empezó a aplaudir frenéticamente. Sobre el césped el jugador portugués parecía
no darse cuenta de lo que pasaba en la grada.
"Recuerdo un
partido contra el Real Madrid, en que los aficionados del gol Norte comenzaron
a gritar: ¡Juanito ... trabaja de peón ! El jugador como toda respuesta replicó
marcando un gol a la salida de un córner. No se puede tentar al destino, "
le explicó Horacio Mendoza a su vecino de asiento.
En la media parte,
Horacio Mendoza estaba satisfecho. Con un gol de ventaja el Barça tenía muy
cerca la clasificación para la gran final. Aquella era una noche llena de
magia.
La segunda parte era
muy disputada. Había muchas jugadas de peligro. El público animaba con fuerza,
pero Horacio Mendoza echaba de menos con añoranza al estimado seguidor
barcelonista Tortosa, con sus cabellos blancos como la nieve, que se pasaba los
partidos alrededor del rectángulo de juego animando a la gente: "!!!Barcelonistas
de corazón , decid conmigo: Barça, Barça, Barça !!! "
El hombre
gritaba hasta perder literalmente la voz y entonces el equipo azulgrana volaba
hacia el infinito.
Se estaba jugando el
tiempo de descuento y el Barça necesitaba otro gol. Fue entonces cuando Cruyff
con su elegancia de costumbre dribló a dos jugadores blancos. Los culés
gritaron todos a una: ¡Gooool!, pero en ese momento la pierna de Hierro impactó
con la de Cruyff y el jugador
barcelonista cayó al suelo. El árbitro, después de unos segundos interminables
señaló con resolución el punto de penalti. "Penalti", decía todo el
mundo. "Penalti", repetía exultante Puyal.
Cruyff cogió con decisión el esférico y la puso con cuidado sobre el
punto fatídico. El corazón del Horacio Mendoza latió con fuerza. "!Cardiólogos
de Barcelona tendréis trabajo hoy !," gritaba Puyal.
Cruyff estaba frente al portero
Casillas, que intentaba, bajo los palos, distraer la atención del jugador
barcelonista. Se produjo un segundo de silencio que duró una eternidad. Parecía
que el tiempo se hubiese detenido.
Finalmente Cruyff empezó a correr hacia la pelota
con firmeza y soltó la pierna derecha.
En ese momento Horacio
Mendoza oyó una voz que gritaba: ¡Papa, papa, es ya muy tarde, tienes que ir a
dormir!
Horacio Mendoza,
resignado, como cada noche se quitó las gafas de cristales polarizados y
desconect ó
el sistema informático.
El hombre dejó el
sistema emisor de imágenes virtuales sobre la mesa, al lado de la computadora.
El ingenio óptico de
última generación estaba equipado con una fuente de rayos láser que producía
imágenes tridimensionales de una calidad increíble.
El programa, un
videojuego llamado BARÇA 3D05 era capaz de simular cualquier partido
de la historia del club azulgrana. Un sistema aleatorio generaba jugadas y
hacía que cada partido fuera diferente, regido por las reglas caprichosas del
azar.
El Barça podía
enfrentarse a cualquier rival en cualquier tipo de competición (Liga, Copa de
Europa, Trofeo Gamper, ...). La emoción estaba garantizada.
Horacio Mendoza
vivía los partidos en medio de la grada del estadio, con el sonido ambiental
característico, e incluso podía ver a sus vecinos de localidad virtual. Eso sí,
éstos no le podían responder las muchas preguntas que él les dirigía. Pero esto
a Hilario Mendoza le daba igual. Estaba acostumbrado a lanzar al mundo
preguntas sin respuesta.
Horacio Mendoza
podía escoger el ángulo de visión desde donde contemplar el acontecimiento
deportivo y también la climatología deseada.
El programa estaba
también dotado de un auricular por el que se podía escuchar el partido en la
voz del locutor preferido. El aficionado culé gozaba de los comentarios
radiofónicos, como complemento de lo que estaba viendo en directo con sus
propios ojos.
Horacio Mendoza, como cada noche se despidió de su familia y se metió en la
cama. Mañana probablemente podría asistir a otro vibrante partido virtual.
"Quizás disfrutaré de una final de la Champions contra el Inter de Milán",
pensaba el hombre. Y a su mente resonarán las notas armónicas de una canción de
Serrat: "Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón ..."
Con el BARÇA 3D05
Horacio Mendoza había comprendido que la ejecución de un juego hermético
producía un placer intelectual inaudito, quizás porque era la proyección mágica
de otro juego, el de la vida: apasionado, infinito, ...
Aunque las condiciones
iniciales fueran siempre las mismas, hechos tan aleatorios, como que la pelota
tocara el poste de la portería y se perdiera por la línea de fondo o terminara
dentro de la red, tejían la historia inexorable de cada partido.
Con el fútbol virtual el
aficionado disfrutaba de los caprichos del azar y vivía intensamente cada
jugada, aunque supiera que todas eran irreales, como irreal era el mundo.
El Horacio Mendoza
apagó la luz. La oscuridad invadió el dormitorio.
El pequeño transistor
le trajo la melodía familiar del Café Baviera de RAC 1.
Horacio Mendoza como
cada noche se adormece sintiendo los comentarios de la actualidad barcelonista.
Quizás
soñaría con un jugador llamado Johan
Cruyff, preparado para lanzar un penalti. Iker Casillas intentaría lo
imposible.
Horacio Mendoza estaba
a punto de desvelar el enigma de la historia. El Puyal virtual estaba listo
para cantar el gol.
Pasado y futuro se
confundían en un sueño inconcluso.
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